3 Preguntas Claves Que Nos Ayudan a Entender los Evangelios Sinópticos (Segunda Parte)
Pretendo compartir tres artículos que nos traerán las tres preguntas que nos ayudarán a entender cómo apreciar mejor el mensaje de los evangelios sinópticos.
Cuando me acerqué por primera vez al Nuevo Testamento para leerlo tenía 17 años. No había tenido ninguna información religiosa ya que crecí en Cuba, un país ateo. Mi familia no nos enseñó nada acerca de la fe y crecí creyendo que el ser humano era la razón de todo y que él era el único que podía salvarse a sí mismo. Pero no es así. La lectura de los evangelios me llevó a conocer a Cristo y me mostró que él es el único salvador de la humanidad.
Al seguir nuestra aventura para explorar los evangelios sinópticos necesitamos llegar a la segunda pregunta que nos debemos hacer para entender con mejor claridad su contenido.
¿A qué vino Jesús a este mundo?
Esta pregunta está directamente relacionada con la misión redentora que tiene Jesucristo para la humanidad. Desde el otorgamiento de su nombre Jesús por el ángel que se le apareció a Josés en sueños, ya se anunciaba cuál sería su misión en este mundo (Mat. 1:21). Veamos cómo el evangelio de Mateo nos presenta a Jesús, el Rey prometido, en misión para salvar a la humanidad.
Su misión cósmica: Derrotar al diablo
Su primera misión fue vencer al enemigo de nuestras almas, al diablo (Mat. 4:1-11). En el desierto se enfrentó al diablo y fue capaz de rechazar toda clase de tentaciones que éste le impuso. Ni los deseos de la carne para poner a prueba su identidad, ni los deseos de los ojos con la propuesta indecorosa de darle todos los reinos de este mundo, ni la vanagloria de la vida al buscar protagonismo en Jerusalén, serían suficientes para vencer al Hijo de Dios. Si con Adán, Satanás se salió con la suya; con el Hijo de Dios quedó derrotado para siempre (ver. Luc. 10:18, 1 Jn. 3:8). Esta victoria de Jesús fue sencillamente el preámbulo de la victoria final que ganará sobre el diablo y sus demonios, cuando al fin quedarán derrotados y condenados para siempre (Apoc. 20:10).
Su misión como cumplimiento de las Escrituras
En muchas ocasiones a través de su Evangelio, Mateo nos deja claro que cada obra que Jesús hizo fue para cumplir con lo que habían dicho los profetas acerca de él. Un ejemplo claro es cuando comienza su ministerio en la Galilea de los gentiles, tierra del antiguo reino del Norte. Él cita el cumplimiento de Isaías 9:1-2:
…para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo:
Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí,
Camino del mar, al otro lado del Jordán,
Galilea de los gentiles;
El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz;
Y a los asentados en región de sombra de muerte,
Luz les resplandeció (Mat. 4:14-16).
Entendamos que el ministerio de Jesús fue previamente acordado desde la eternidad con el Padre y su Espíritu, detalladamente revelado a los profetas y perfectamente cumplido con su venida a este mundo.
Es Jesús el pleno cumplimiento del plan redentor de Dios, la última y más que suficiente revelación del cielo. Él es todo lo que el hombre necesita. No hubo casualidad en el ministerio de Jesús, sino “Diosualidad”. En Jesús se cumplen más de 350 profecías del Antiguo Testamento como una prueba fehaciente de que él es la gran promesa cumplida de Dios para la humanidad.
Su misión redentora por la humanidad
La enseñanza más repetida en los evangelios sinópticos es la relacionada con la misión redentora de Jesús a favor de la humanidad. En el evangelio de Mateo en más de 12 ocasiones se enfatiza acerca de esto. Desde su presentación como JESÚS, el que salvará a su pueblo de sus pecados (Mat. 1:21), pasando por la reiterada afirmación de que él vino a este mundo a sufrir el desprecio de la cruz por parte de muchos (Mat. 12:40, 16:4, 22-23, 17:22-23, 20:17-19), hasta la más sublime afirmación: “El Hijo del hombre no vino a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos” (Mat. 20:28). Es su misión redentora lo que dio inicio al Nuevo Pacto que Dios estableció con la humanidad (Mat. 26:28).
Fue tan importante su misión de rescatar a la humanidad que Jesús mismo la celebró. A nadie se le ocurriría celebrar su muerte, pero Cristo lo hizo. Y la celebró dejándonos instituida esta celebración para que su pueblo recordara lo que su muerte significó para nosotros (Mat. 26: 17-29).
Si estás leyendo los evangelios, no olvides tener en cuenta esta pregunta: ¿A qué vino Jesús a este mundo? Cuando encuentres la respuesta de que él vino a salvar a la humanidad, puede ocurrir que pongas tu fe en él y también encuentres la salvación.